jueves, 14 de septiembre de 2017

(Pseudo)abstracción psicológica.






Tengo fragmentos de dolor regados en diferentes hojas, todas desordenadas, como mi cabeza, que no halla juicio sin sentencia anticipada, incluso sin condena involuntaria. 


Decidí drenar mis nubes sin borrador, sin releer, hoy la tinta no es necesaria, no hay mejor indeleble que el hierro caliente que marca la más gruesa piel, mucho más corazones frágiles que bombean débilmente sangre diluida en lágrimas.


Me sigo preguntando el motivo que jamás logré encontrar. Un diamante encontró lugar en mí, y es la única hermosa y perfecta razón por la que puedo "sonreírle a la desgracia", como dice Melendi.


Más que piel y huesos, mi cuerpo es un cartón pintado. Tengo la fuerte visión mental de un espacio totalmente negro en el que hay un puntito de luz en el centro, que reparte un claro de luna cada que me concentro en él, pero es mucha la podredumbre que me conforma y no puede permanecer. Temo cubrir su destello.


Nada es ideal, nada es mínimamente como alguna vez pude imaginar, siquiera con modestia. Me duele pensar que pude recibir justamente lo que necesito, y hoy erróneamente se cree que lo que necesito puede apreciarse físicamente. ¡Mala mía, como siempre! El vacío sigue, y es más gigante que nunca. El empeño de forzar un sentimiento inexistente es tan absurdo como regalarle un tesoro desbordado en oro a quien solo pide a gritos un abrazo genuino; la insatisfacción es inminente... Y la voz se quedó sin fuerzas.

martes, 2 de mayo de 2017

Añoranza, desilusión y desesperación.



No tengo palabras para describir lo mal que me siento al saber a mi familia en un lugar sin luz, en un país desangrado, en tierra de nadie, donde su vida vale menos que la muerte de un ciego de poder que se dedicó a dividir una nación hermosa y fuerte, donde las armas están matando los lápices, donde los restos en la basura son el nuevo menú del día. Me duele ver que cada vez hay menos posibilidades de salir del pozo, que las llamadas internacionales están restringidas, que poco a poco han ido quitando el internet, que cada vez hablo menos con mi madre porque se hace cada mes más difícil. Me duele como se sientan a dialogar la situación de un país que está muriendo, del cual están presenciando su rápida descomposición, y nadie hace nada, todo queda en reuniones. No tengo palabras para expresar lo desesperanza que me siento. Yo no pedí irme de Venezuela, a mí me obligaron. Me obligó el gobierno. Me obligó la inseguridad. Me obligó la escasez. Me obligó la represión. Están matando a nuestros muchachos, están acabando con nuestro pueblo. De lo más profundo de mis entrañas, deseo vivir para ver cómo mi país vuelve a ser el lugar en el que di mis primeros pasos, el que recorrí con amigos, el que disfruté con mi familia, ese país que me dió tanto, pero tanto, que de solo escuchar una canción de Simón Díaz se me hace un nudo en la garganta. Es imposible no amar a mi Venezuela. Desearía que todo esto solo una pesadilla.